Rebeca vital

Rebeca vital
Cuernavaca, Morelos (2010)

lunes, 13 de febrero de 2012

Un año sin Rebeca



por Alberto López García
Lunes 7 de febrero. Me dicen que puedo estar contigo, todo el día. Llego temprano, antes que traigan tu desayuno. Recuerdo que aquella mañana, percibo claramente tu fatiga, la de tu cuerpo, tan irreversiblemente dañado. Duermes casi todo el tiempo y yo también. A veces me doy cuenta de que te has levantado al baño y que intentas no despertarme, pero te siento y me levanto de un brinco para ayudarte. Te miro desayunar sin ganas. Ambos sabemos que no tienes fuerza para masticar, ni hambre, ni ganas de comer. Platicamos de nuestros hijos, de nuestros sobrinos, y hasta de algunos proyectos insulsos de mi trabajo.
Comienzo a notar esa profunda fatiga tuya para seguir ahí, para seguir preguntando cuándo te dejarán ir, o cuándo van a dejarte en paz. Sólo se me ocurre decirte que te ayudaré a escapar de ahí el siguiente sábado, cuando me toque estar nuevamente contigo.
Sin embargo, ya no volvimos a vernos. Supe que quisieron hacerte algo y que tu no lo permitiste, pues llegó para ti el límite. Que habrías dicho “Ya no”; “déjenme en paz”; “déjenme ir”, no sé exactamente,   pero te escucharon por fin. Por eso es que ya no volvimos a vernos, y acaso es por eso que siento que sigues aquí, para decirme algo que faltó decirnos.
Platicábamos tanto; teníamos siempre tanto de qué hablar, y, sin embargo, nunca fue suficiente. Ahora, transcurre el tiempo y mi diálogo interno te encuentra y volvemos a nuestras calles; volvemos a la mesa de tu casa, a tomarnos un café para hablar de nuestros hijos, de nuestras esperanzas, de nuestras emociones, de nuestros enojos, de lo que no nos agrada del mundo, de los colores que se encendían en nuestras miradas, o de las palabras que resonaban en las frases sabias o chistosas de otros, no sé… mi tiempo contigo fue mi tiempo conmigo también; me encontraba, me miraba, me escuchaba, me reía contigo, siempre contigo…
Ya no volvimos a vernos, pero volvimos a estar juntos. Hemos estado así durante estos días de tu ausencia. Apareces desde cualquier parte, de alguna palabra que dijiste, de algún gesto que se quedó el rostro de tus hijos, de entre tus recuerdos o de los míos, del calor o del frío, de la voz melodiosa y desgarradora de Bessie Smith; de tus lugares preferidos.
Aquí estás; aquí, conmigo, en este sueño en que te encuentro, después de tanto extrañarte, de tanto nombrarte; de tanta ausencia tuya; aquí estoy abrazándote y sollozando desesperadamente, pidiéndole al tiempo que marche hacia atrás, hacia el instante en que nuestro tiempo se perdió. Aquí estás de nuevo, mirando lo que miro, nombrando lo que nombro, cantando juntos, soñando y mirando el mundo que quisimos algún día tener para nosotros.
Hoy, hermana mía, amada Rebeca, un año después de nuestra despedida, te agradezco infinitamente todos los días que compartimos juntos, todos  los de tu vida y ahora también  los de tu ausencia.
Ciudad de México, 13 de febrero de 2012

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estimado Alberto:

Esta mañana, en el pesero, después de haber estado juntos en la tumba de Rebe, en ese feliz encuentro en el Panteón de Dolores, disimulé mi emoción cuando me contabas el sueño que te había hecho despertar llorando. Ahora que te leo, fue imposible no llorar, se me escurren todas las lágrimas acumuladas y guardadas frente a la tumba de Rebe, distraido por la buena charla contigo.

Creo firmemente que Rebe era un angelito que estuvo entre nosotros para procurarnos, porque esa actitud que relatas, también la tuvo conmigo, con ése, con aquél..

Voy a seguir evocando la imagen que también describiste en la mañana, la de Rebe rodeada de niños, y la idea en la que coincidimos: la de que Rebe había nacido para ser una buena madre y una buena ama de casa.

Nos toca seguir adelante, siguiendo su ejemplo, aunque a veces el dolor nos haga flaquear.

Te mando un agran abrazo, carnalito.

Atentamente

Alex